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24 de mayo de 2013

Jorge Bucay.


Ella y yo hacíamos el amor diariamente
En otras palabras: los lunes, los martes y los miércoles hacíamos el amor invariablemente;  los jueves, los viernes, y los sábados hacíamos el amor igualmente; por último, los domingos hacíamos el amor religiosamente.

Hacíamos el amor compulsivamente. Lo hacíamos deliberadamente.  Lo hacíamos espontáneamente
Hacíamos el amor por compatibilidad de caracteres.
Por favor, por supuesto, por teléfono...  De primera intención y en última instancia.  Por no dejar y por si acaso.  Como primera medida y como último recurso.

Hicimos el amor por ósmosis y por simbiosis, y a eso le llamábamos hacer el amor científicamente.
Pero también le hice el amor yo a ella, y ella a mí, es decir, recíprocamente.

Cuando ella quedaba a la mitad de un orgasmo, y yo, con el miembro convertido en un músculo flácido no podía llenarla, entonces hacíamos el amor lastimosamente.
Lo cual no tiene nada que ver con las veces en que yo me imaginaba que no iba a poder, y no podía; y ella pensaba que no iba a sentir, y no sentía. 

O bien estábamos tan cansados y tan preocupados que ninguno de los dos alcanzaba el orgasmo. Decíamos entonces que habíamos hecho el amor aproximadamente.

O bien a ella le daba por recordar las ardillas que el tío Esteban le trajo de Wisconsin, que daban vueltas como locas en sus jaulas olerosas a creolina; y yo, por mi parte, recordaba la sala de la casa de los abuelos, con sus sillas vienesas y sus macetas de rosas, esperando la eclosión de las cuatro de la tarde... Así era como hacíamos el amor nostálgicamente.

Viniéndonos mientras nos íbamos tras viejos recuerdos. Muchas veces hicimos el amor contra natura.  A favor de natura. Ignorando a natura...
O de noche con la luz encendida, o de día con los ojos cerrados, o con el cuerpo limpio y la conciencia sucia, o viceversa.

Contentos, felices, dolientes, amargados, con remordimientos y sin sentido, con sueño y con frío...

Y cuando estábamos conscientes de lo absurdo de la vida, y de que un día nos olvidaríamos el uno del otro, entonces hacíamos el amor inútilmente.

Para envidia de nuestros amigos y enemigos, hacíamos el amor ilimitadamente, magitralmente, legendariamente
Para honra de nuestros padres, hacíamos el amor moralmente.
Para escándalo de la sociedad, hacíamos el amor ilegalemente.
Para alegría de los psiquiatras, hacíamos el amor sintomáticamente

Hacíamos el amor físicamente, de pie y cantando, de rodillas y rezando, acostados y soñando

Y sobre todo, y por la simple razón de que yo la quería así, y ella también...
Hacíamos el amor voluntariamente.

1 comentario:

  1. me encanta, se haga el amor como se haga lo unico que importa esque tanto uno como el otro se deseen y se amen por que no hay mejor forma de hacer el amor enamorados un besos me pasare pronto espero verte pronto por mi blog htpp://littlelii.blogspot.com.es :))

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