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17 de noviembre de 2011

La felicidad está hecha de pequeños placeres.

Y es que, la felicidad no está hecha de grandes o pequeñas cosas, sino de cómo somos capaces de saborear cada momento. Hay momentos que pasan desapercibidos; llegar a la parada y que justo llegue el bus o el momento cuando te aprendes por fin una canción de memoria...  Son momentos que pasan desapercibidos y que en lugar de resaltarlos los tomamos como algo cotidiano. Si disfrutas comiendo las galletas por los borde de las esquinas, quitándole el plástico a un CD recién comprado o lamer la tapa del yogur, no desaproveches esa oportunidad. Si somos capaces de transformar la rutina en algo placentero, como ducharse o comer, en todo momento estaremos en un estado positivo. Disfrutar de los pequeños placeres no es cosa de pobres, sino de inteligentes. Ya que, no es sencillo encontrar aquellas cosas que nos hacen felices. Ser felices. Ese es el objetivo. Y para ello, tenemos que encontrar nuestros propios pequeños placeres. Para los que para uno puede ser caminar descalzo por casa, el olor de las sábanas recién lavada, o encontrar pasajes subrayados en un libro prestado, para otros puede ser cualquier cosa, todo sirve. Recordad todo aquello de lo que disfrutábamos de enanos, cuando aún éramos muy inocentes. La felicidad no está hecha de grandes cosas, sino de pequeños placeres.



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